El libro de Joel 2:12 expresa: “Por eso pues, ahora, dice Jehová, volveos a mí con todo vuestro corazón, y con ayuno, y con lamento y con llanto”.

Ahora bien, desglosemos lo que enseña este texto bíblico: dice, “convertíos a mí”, nosotros cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador, vivimos el proceso de conversión, pero sabemos que hay áreas de nuestra vidas que aún no están rendidas completamente a Él, esto de debe a que tal vez dejamos de orar, ponemos otras prioridades, o quizás, sientes que Dios no nos oye. Pero lo bueno, es que podemos ir al Padre y decirle: Señor te entregamos todo, te entronamos a ti.

Otra de las cosas que menciona este versículo es el ayuno, y sobre aquello quiero enseñar a través de este mensaje. Es importante  conocer las dimensiones que posee esta herramienta poderosa.

¿Qué es el ayuno?

El ayuno es abstenerse de alimentos para buscar más lo espiritual, más la presencia de Dios. Es volver al punto de partida, es una de las herramientas espirituales más usadas e indispensable por los hijos de Dios.

Es necesario enfatizar que el ayuno siempre estuvo presente en los hombres y mujeres de fe, ¡hasta Jesús! Y que indudablemente tiene que ir de la mano de la oración, y no es pasar hambre, es orar más, es hacer que merme nuestra carne para que crezca nuestro espíritu. Otro dato importante, es que el ayuno pueden hacerlo niños, jóvenes y adultos. Es tarea de los padres enseñarles a sus hijos desde pequeños sobre esa arma espiritual.

A través de esta arma espiritual, aseguramos cada día de este nuevo año, es por esa razón que tendremos un ayuno de 14 días, es cual se llevará a cabo de la siguiente manera: los primeros siete días se podrá ingerir comida diaria, para ello, es importante que nos mantengamos hablando con el Señor. Y los otros siete días restantes, se podrá ingerir frutas, verduras y legumbres.

Piense en el resultado poderoso que traerá el ayuno a su vida, experimentará también una desintoxicación de su cuerpo, quizás se manifiesten en malestares, pero persevere, porque el fruto de su sacrificio será grande.

¿Qué desata el ayuno en nuestras vidas?

  1. El ayuno rompe el poder de la demora.
  2. Remueve montañas que el enemigo ha puesto delante de nosotros.
  3. Rompe y quebranta los deseos de la carne.
  4. Nos prepara para una atmósfera cargada del Espíritu Santo.
  5. Desata el poder de romper las tentaciones.
  6. Desata el poder para la guerra espiritual, entonces, por medio del ayuno, ÉL nos revestirá de autoridad.
  7. A nivel ministerial nos ayuda a levantar nuevos líderes para la iglesia.

La palabra de Dios en Romanos 12:1: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Créeme que esto te llevará a niveles inimaginables en lo espiritual. Hay promesas de Dios para tu vida y a través de esta arma las alcanzarás.

Si leemos el Libro de Daniel 10:1-21. Podemos ver la sabiduría y la inteligencia de Daniel, vemos como él entendió la palabra de Dios, y fue así como entró en un ayuno después de conflictos, pero no se quedó llorando, ni dudó de las promesas del Señor ¡Y comenzó a pelear por ellas a través del ayuno!  Le invito a que lea este hermoso capítulo Daniel, recibirá revelación del cielo, y será entendido de lo que vivirá en este tiempo. Profetizo que tu visión se expande y se extiende como le pasó a Daniel.

Ciertamente, tendrás oposiciones, pero no te desanimes, ¡vencerás todo en el nombre de Jesús! Así te animo a que juntos peleemos por el 2023,  aunque sientas que le fallaste al Señor en el 2022, ten paz, Él te perdona y te dice: “muy Amado” “muy Amada”.

¡Cuánto nos ama el Señor!

Daniel 10:1-21:

1 En el año tercero de Ciro rey de Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión.

En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas. Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel. Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra.

10 Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. 11 Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. 12 Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. 13 Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. 14 He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días.

15 Mientras me decía estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido. 16 Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza. 17 ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento.

18 Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, 19 y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido. 20 Él me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el príncipe de Persia; y al terminar con él, el príncipe de Grecia vendrá. 21 Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro príncipe.