Dentro de los principios que Dios nos enseña está la honra, la cual lamentablemente en el mundo natural y espiritual está muy escasa.

Honra significa respeto, reverencia, valor, estima y consideración a aquello que consideramos precioso; es decir, cuando se honra se valora, por el contrario

que cuando no se honra se desvalora.

La honra es un principio que demanda el Señor y quedó registrado en Malaquías 1:6   El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” .  El mismo Jesús nos enseña esto en Mateo 6:9: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”,  demostrando que siempre necesitamos ministrar primero el corazón para que podamos expresar honra.

Debemos aprender de la honra desde el entendimiento; en otras palabras, valorar con la práctica y obediencia lo que nos enseñan, siempre con disposición de aprender y crecer más.

Vemos en la palabra Marcos 6:4-5  como Jesús no pudo hacer un milagro por causa de la deshonra, porque esta corta el fluir y voluntad de Dios. La honra se pierde cuando se cae en la familiaridad. Consideremos el ejemplo clásico, usted se enferma va al doctor y hace todo lo que él le dice porque honra sus directrices porque confía en lo que él le dice, pero si recibe un consejo de nuestros padres espirituales lo cuestiona.

 4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos”

Hay tres tipos de crecimiento; para arriba, para los lados y para adentro, si en esta última, que es Cristo transformando nuestra vida y corazón para crecer en nuestro interior, no podemos crecer en las últimas dos.

Para lograr este crecimiento debemos usar las armas espirituales que el Padre nos ha dado, la oración y el ayuno.

En Génesis 4:1-6, vemos los dos tipos de ofrendas y aprendemos que no se trata del tipo de ofrenda que le damos al Señor porque esta va relacionada con nuestra asignación, tampoco tiene que ver con la cantidad porque el Padre conoce el alcance de lo que podemos darle, sino que tiene que ver con la actitud y disposición correcta del corazón.

Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido[a] varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?

En la ausencia del entendimiento, el enemigo desequilibra nuestra fe, por eso es necesario ir a un nuevo nivel de entendimiento de lo que Dios nos enseña.

Dentro de poco haremos las Fiestas de las Primicias y como pueblo de Dios tenemos que venir con un corazón correcto, con un nivel mayor de desarrollo del entendimiento para comprender que no se trata de un acto más, sino que es un gran momento donde se revela lo que está en nuestro corazón.

Si aplicamos la revelación de Romanos 11:16: “Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.” Vemos que al darle a Dios las primicias correctas el crecimiento que vamos a tener también lo será.

Las Fiestas de las Primicias será el 4 de febrero y es necesario ir escribiendo en las tablas de nuestro corazón la revelación de la Palabra que sale de la boca del Señor. Es necesario ir preparando nuestro corazón para que este sea conforme al corazón del Padre.

Oramos al Señor para que las realidades eternas sean escritas en nuestro corazón, sus verdades espirituales, que son necesarias, sean sembradas y crezcan para que transformen nuestro corazón.