El más alto nivel de amor que debemos practicar constante como hijos de Dios es el perdón y cuando decimos que Cristo vive en nosotros tenemos que manifestar su amor y perdón.
El perdón es un arma espiritual que nos hace estar lleno de gozo constantemente, pero esta acción espiritual la conocemos cuando se nos revela a nuestro espíritu la Verdad que nos hace libre y nos lleva a remover las fortalezas mentales y pensamientos equivocados.
El hecho de guardar el corazón como lo demanda la palabra en Proverbios 4:23 es una responsabilidad nuestra que solo podemos lograr bajo la gracia y favor de Dios. Somos nosotros los guardianes y vigilantes de nuestro corazón, quienes permitimos que entra en el.
Tenemos que decidir vivir en un eterno presente y para tener un corazón transformado debemos presentarlo siempre delante de la presencia de Dios.
Los que somos hijos de Dios vemos, hablamos y accionamos como Él.
La palabra ofensa en griego es skandalon y significa trampa; es decir, el enemigo busca que con las ofensas caigamos en una cárcel de dolor, sufrimiento, rencor, resentimiento, amargura y falta de perdón.
Para prevenir caer en las trampas del enemigo todos los días debemos revestirnos con la armadura de Dios como lo establece Efesios 6:10-11, porque debemos ser sensibles ante la presencia de Dios, pero fuertes para no dejar que las ofensas entren a nuestro corazón.
La Verdad de Dios se establece para hacernos libres. La palabra perdonar significa dejar ir o dejar libre.
Mientras más sanos estemos en nuestro corazón, más unidos estamos a Cristo, más paz tenemos y ninguna ganas de pecar hay.
En Mateo 13:10-23 el Señor nos exhorta a tener los ojos y oídos espirituales abiertos y ser entendido con el corazón, no caer en las trampas de este siglo.
Al leer Hebreos 12:15-16 nos damos cuenta que debemos vigilar nuestro corazón para que ninguna raíz de amargura nos aparte del Padre y que no caigamos en las tentaciones de este mundo como le sucedió a Esaú.
El corazón herido tiene muchas cosas que lo dañan y esas malas experiencias que radican en el alma tienen memoria presente hasta que reconozcamos que necesitamos la ayuda del Señor para ser libre.
Hay una promesa tan grande en Romanos 8:17 por lo que no debemos conformarnos a algo menos que la gloria de Dios.
Hoy entregamos delante del altar de Dios nuestro corazón como ofrenda y como sacrificio para que sea limpiado, liberado y sanado, porque como hijos reconocemos que nuestro corazón necesita ser transformado a su semejanza para que sea un corazón bueno que ama y extiende el perdón.
Le pedimos al Padre tener un corazón sano para que su palabra de muchos frutos y que este sea una tierra limpia en el que su palabra sea eterna.