En medio de la crisis, Jesús nos llamó, nos rescató y nos dio vida nueva. Ya no vivimos para nosotros mismos, sino por Cristo y para servir. Su gracia nos alcanzó en el peor momento para hacernos parte de su pueblo, su remanente y su visión.

La verdadera libertad no es ausencia de problemas, sino vivir bajo su palabra. Como Jesús dijo:

Juan 8:31-32 (RVR1960): “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Por eso renunciamos a la vieja vida, abrazamos la santidad y caminamos en luz, integridad y obediencia.

Le pertenecemos a Dios, porque somos templo del Espíritu Santo y comprados a precio de sangre. En Él:

Hechos 17:28 (RVR1960): “Porque en él vivimos, nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.”

Por eso alineamos mente y corazón con su voluntad, dejando el ego y la autosuficiencia para asumir su carácter y su amor en lo cotidiano. Abrimos el corazón para encontrarnos con el amor del Padre y pedimos a Jesús que quiebre nuestros límites y limpie los pensamientos que no vienen de Él.

Servir no es un extra, es nuestra respuesta de amor. Jesús nos envió:

Mateo 28:19 (RVR1960): “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”

La visión es clara: debemos amar a las personas, anunciar las buenas nuevas, acompañar procesos y formar discípulos. Tomamos la vida y la visión de Cristo: amar lo que Él ama, servir a las personas y hacer discípulos. Que esta casa, y muchas más, se llenen de hijos reconciliados con Dios.