La Biblia nos enseña que fuimos escogidos y apartados, desde antes de nacer. Hermanos, entiendan que Dios nos ha escogido para que seamos los representantes de Jesús en la tierra, así lo expresa Efesios 4:1.
“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,”
El Apóstol Pablo nos desafía a caminar y vivir dignamente, de acuerdo al propósito como embajador del Reino; esto es porque muchas veces nosotros mismos hemos dañado al cuerpo de Cristo.
En ese sentido, podemos decir que ser representante de Jesús en la tierra es un verdadero privilegio, que no tiene cualquiera. Mostrar las virtudes de aquel que nos llamó, demostrar con hechos que vivimos en el reino de la luz.
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” 1 Pedro 2:9.
Algo debemos entender, tenemos que predicar, sí, tenemos que hablar de Cristo, sí; pero muchas veces se prédica más sin hablar, con los hechos. Somos diferentes porque Dios nos cambia, desde que le entregamos nuestra vida.
Como representantes del reino debemos evitar caer en dos cosas:
1. Enorgullecerse o vanagloriarse de lo que Dios nos ha dado (Romanos 12:3). Entre más humilde seamos, más Dios nos va a usar y bendecir.
2. Pensar que no tenemos nada que aportar a la iglesia. El cuerpo necesita de todo el cuerpo para funcionar, si usted no se involucra el ministerio no camina.
En Efesios 4:2-3, Pablo nos dice que debemos soportarnos los unos a los otros, que como hermanos debemos tenernos paciencia y vivir en la unidad del espíritu. Cuando veamos un error en nuestro hermano o hermana, no seamos quien los hunda sino, alguien que los levante, que los bendiga y ore por ellos.
Finalmente, debemos aprender a caminar en una sola fe, arreglar nuestras diferencias como hermanos en el amor, apoyarnos en fe y oración y bendecirnos los unos a otros. Recuerda “El cuerpo, necesita de todo el cuerpo para funcionar”