La vida de José en el libro de Génesis nos enseña que la bendición no depende del lugar, sino de la presencia de Dios en nosotros. Todo lo que hacía prosperaba porque contaba con la bendición del Padre.
Hoy muchos viven bajo orfandad espiritual, porque han perdido de vista el verdadero peso de la bendición. Esta no es solo un deseo positivo: es una autorización divina para prosperar en todas las áreas de la vida, impartida por la autoridad espiritual del Padre.
No podemos vivir sin la bendición, pues es la evidencia de que Dios está con nosotros. El enemigo ha intentado distorsionar su valor, pero en la cruz, Jesús llevó nuestra maldición para que vivamos en la plenitud de su bendición.
La bendición no se trata de dinero, sino de propósito, identidad y obediencia. Y cuando la usamos para bendecir a otros, Dios añade aún más. La bendición se imparte por palabras y se sella con autoridad y fe mediante la imposición de manos.
Hoy decidimos vivir bajo la bendición del Padre, no como huérfanos, sino como hijos con herencia, propósito y respaldo eterno.
Génesis 39:2-3 (RVR1960)
“Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio.
Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.”
Génesis 39:5 (RVR1960)
“Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José; y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo.”
