A través de Cristo Jesús fuimos salvados, restaurados y sanados. Su sacrificio abrió un camino de libertad, abundancia y transformación para nuestras vidas. Él se llevó nuestra pobreza para que vivamos en su sobreabundancia, no desde la necesidad, sino desde la certeza de que nuestro Padre es perfecto y desea lo mejor para sus hijos.

Muchos se conforman con lo que han alcanzado, colocando una barrera, pero en Dios siempre hay más. El conformismo abre puertas al estancamiento y al retroceso, tal como señala:

Romanos 12:2 (RVR1960): “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

No se trata de religión ni de ritos, sino de una relación viva y transformadora. Jesús enseñó que no se puede echar vino nuevo en odres viejos; necesitamos corazones renovados y una mente dispuesta a ser moldeada por el Espíritu. Así como en Pentecostés, cuando el Espíritu fue derramado, no debemos ser meros observadores, sino participantes activos en la fe.

Dios es el alfarero y nosotros el barro, porque aunque nuestra vida haya sido quebrada, Él tiene el poder de rehacernos con propósito y belleza, como está escrito:

Jeremías 18:1-4 (RVR1960) “Vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: ‘Levántate y desciende a la casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras.’ Y descendí a la casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y se quebró la vasija que él hacía de la rueda, y volvió a hacer otra vasija según su parecer. Entonces vino palabra de Jehová a mí, diciendo: ¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como la arcilla en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.’”

No fuimos creados para conformarnos, sino para ser edificados, transformados y llenos del Espíritu. Cuando renovamos nuestra mente, nuestras oraciones cambian, nuestra forma de vivir cambia y nos alineamos con el cielo. Caminamos de gloria en gloria, como su rebaño, como su novia, como vasijas listas para ser llenadas, porque lo que Dios ha prometido, Él lo cumplirá en su tiempo perfecto.