La Palabra de Dios tiene poder para transformar vidas, sanar, liberar y restaurar, porque no es letra muerta, sino vida y espíritu.
Hebreos 4:12 (RVR1960): “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
En Lucas 7:1-10, encontramos la historia de un centurión romano, un hombre de autoridad que amaba profundamente a su siervo enfermo. A pesar de no ser parte del pueblo judío, demostró una fe y humildad tan grande que sorprendió a Jesús.
El centurión creyó que una sola palabra bastaba para que su siervo fuera sanado.
Lucas 7:7 (RVR1960): “Ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.”
El centurión entendía algo que muchos aún no comprenden: la autoridad de Cristo es absoluta.
Así como sus soldados obedecían sus órdenes sin dudar, la enfermedad, la naturaleza y el mundo espiritual obedecen la voz de Jesús. No pidió señales, no puso condiciones, simplemente confió en el poder de Su palabra.
Isaías 55:11 (RVR1960): “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.”
Jesús, maravillado por su fe, declaró:
Mateo 8:10 (RVR1960): “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.”
Con esta enseñanza, el Señor contrasta la fe del centurión con la incredulidad de muchos en Israel, quienes, a pesar de ver milagros y conocer las Escrituras, no creían.
Esto nos recuerda que la fe que agrada a Dios no depende de la posición social, la cultura o la tradición, sino de la convicción profunda de que lo que Dios ha dicho se cumplirá.
Romanos 10:17 (RVR1960): “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”
Caminar en fe requiere renovar nuestra mente, dejar el orgullo, la amargura y la desobediencia, y adoptar la humildad y el carácter del centurión.
Jesús también confrontó la forma de pensar del pueblo cuando dijo:
Marcos 12:17 (RVR1960): “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”
Hoy, el Señor nos invita a vivir una fe constante, no solo para buscar soluciones temporales, sino para creer que una sola palabra suya puede sanar, restaurar y transformar cualquier situación.
Hebreos 13:8 (RVR1960): “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”
Cuando decimos con convicción: “Señor, solo di la palabra”, abrimos la puerta para que su poder se manifieste y su gloria se revele en nuestra vida.
La fe verdadera no necesita pruebas visibles; necesita una palabra y un corazón que crea.
