Hoy recordamos que la gran comisión no es una sugerencia, sino un mandato. Jesús dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). No vivimos para callar el mensaje; Dios nos puso como luz y sal en la familia, el trabajo, el barrio y la ciudad. Hay personas que aún no han doblado sus rodillas ante Cristo y este es nuestro tiempo.

Dios está derramando la lluvia tardía, que es un mover del Espíritu que toca a todos y prepara una gran cosecha. No se trata de entretenimiento, sino del evangelio del reino enfocado en buenas noticias con poder, donde Jesús salva, sana, libera y restaura.

El Señor no nos dejó solos para esta misión: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos” (Hechos 1:8). Ese poder no es para guardarlo, sino para salir a anunciar a Cristo y orar por los necesitados.

Recordamos que Dios está derramando su Espíritu para una gran cosecha: “Y después de esto derramaré de mi Espíritu sobre toda carne” (Joel 2:28). No es un adorno espiritual, es poder para testificar, orar por los enfermos y ver a muchos volver a Jesús. Bajo esta lluvia, la iglesia no se entretiene; sale y sirve con fe y compasión.

La misión no es solo invitar a un culto, es ministrar el Reino donde estamos: en casa, en el trabajo y en el barrio. El Señor nos recuerda que el poder del Espíritu en nosotros es para actuar; podemos imponer manos, liberar, consolar y predicar el evangelio del Reino. No nos avergonzamos, abrimos la boca y obedecemos.

También hay responsabilidad, porque el Señor pedirá cuentas de la cosecha que recogimos. Por eso despertamos del letargo y respondemos con valentía: “El que recoge en el verano es hombre entendido; el que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza” (Proverbios 10:5). Hoy decidimos ser obreros fieles, no hijos de vergüenza.

Esta semana, vive “en modo cosecha”, es decir, ora por alguien específico, comparte tu testimonio, ofrece ayuda práctica y ministración. La lluvia ya cayó y los campos están blancos. Ahora solo queda que la iglesia vaya a recoger.

Al final, descendió una unción poderosa y Dios habló acerca de personas que tenían diversas enfermedades y se levantaron cuando fueron llamados. Se oró por sanidad, bajo la demostración del poder del nombre de Jesús y su Reino.