Cuando dejamos de soñar, dejamos también de avanzar en la fe.
El enemigo busca robar los sueños y la esperanza, pero en Cristo tenemos la certeza de que lo imposible se hace posible.
Salmos 126:1 (RVR1960): “Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan.”
Dios es experto en restaurar, cambiar nuestra historia y llenar nuestra boca de alabanza. Soñar es fácil, pero alcanzar los sueños requiere esfuerzo, perseverancia y preparación.
Así como Israel salió del cautiverio, nosotros también debemos dejar atrás las ataduras del pecado, la incredulidad y los pensamientos de derrota, para caminar en la libertad que Cristo nos ha dado.
El llamado es a cuidar los sueños que Dios ha puesto en nuestro corazón, porque ellos requieren fe, oración, trabajo y preparación. No podemos permitir que la duda, el afán o las emociones momentáneas apaguen lo que Dios quiere hacer. Aunque vengan pruebas, debemos permanecer firmes, creyendo que Dios cumplirá lo que prometió.
Finalmente, recordamos que los sueños no dependen de los recursos materiales, sino de la fe en Jesucristo. Él abre puertas, provee lo necesario y sorprende a quienes confían en Él.
Por eso, hoy somos desafiados a escribir nuestros sueños, declararlos con fe y creer que el Dios de lo imposible hará grandes cosas con nosotros.
