Dios nos ha prometido tierras de bendición, pero para conquistarlas, primero debemos identificar y eliminar todo aquello que se ha convertido en anatema —es decir, una maldición o algo apartado para destrucción— dentro de nuestras vidas.
El pueblo de Israel salió de Egipto, una tierra de esclavitud, con la promesa de poseer Canaán, la tierra de leche y miel. Sin embargo, para tomar posesión de ella, debían obedecer completamente las instrucciones del Señor.
En la conquista de Jericó, Dios fue claro:
Josué 6:18–19 (RVR1960): “Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis.
Mas toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová.”
Sin embargo, Acán desobedeció. Tomó del botín consagrado y lo ocultó, trayendo maldición sobre todo el pueblo.
Josué 7:11–12: “Israel ha pecado… han tomado del anatema… y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos.”
Josué, desconcertado por la derrota en Hai, clamó al Señor, y Dios le reveló la causa: había anatema en medio del pueblo (Josué 7:10–13).
La lección es profunda y actual: lo oculto impide la bendición y detiene la conquista.
Dios demanda obediencia absoluta —en nuestras finanzas, pensamientos, palabras, acciones y bienes— porque todo lo que tenemos debe ser consagrado exclusivamente para Él.
Proverbios 3:9–10: “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; Y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto.”
Hoy, Dios nos exhorta a dejar atrás las excusas y las justificaciones, a deshacernos de todo ídolo, práctica oculta, desobediencia financiera o pecado escondido.
Hebreos 12:1 (RVR1960):“Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.”
La conquista plena vendrá cuando confesemos, renunciemos y limpiemos nuestras vidas de todo lo que impide la presencia de Dios.
Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”
Este es tiempo de decisión y acción. Es el momento de quitar todo anatema, de consagrar todo lo que somos y tenemos al Señor, para así vivir plenamente en Su bendición y conquistar todas las promesas que Él ya preparó para nosotros.
Deuteronomio 28:2 (RVR1960): “Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.”
Cuando la obediencia reemplaza al anatema, la bendición se activa y la conquista comienza.
