Vivimos en medio de una batalla espiritual constante, donde cada día enfrentamos a Satanás y a sus huestes. Pero no lo hacemos sin armas, porque Jesús fue claro al enviar a sus discípulos:

Marcos 16:15-18 (RVR1960): “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.”

Fuimos trasladados del reino de oscuridad al Reino de Dios, y en Él recibimos salvación, libertad y autoridad espiritual, como lo anunció el profeta Isaías:

Isaías 61:1-3 (RVR1960): “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.”

Antes éramos esclavos del pecado, oprimidos por heridas, adicciones y cadenas invisibles, pero Cristo vino a liberar a los cautivos y a restaurar todo lo que el enemigo había destruido. Él introdujo a su pueblo en una atmósfera de libertad.

Hoy comprendemos que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra fuerzas espirituales que buscan oprimirnos:

Efesios 6:12 (RVR1960): “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”

El enemigo muchas veces no se presenta abiertamente, sino que opera mediante pensamientos, opresiones, patrones y hábitos que esclavizan el alma. Sin embargo, Jesús ya venció en la cruz.
Lucas 13:32 (RVR1960): “Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.”

Aunque los demonios están vencidos, destronados y desarmados, aún pueden operar cuando encuentran puertas abiertas, muchas veces por pecados, heridas o ataduras generacionales. Pero no podemos limitarnos a cortar ramas si la raíz sigue enferma: el verdadero cambio ocurre cuando permitimos que Dios sane la raíz, restaurando lo profundo del corazón.

Para vivir en libertad y ministrarla a otros, se requiere fe, comunión y una búsqueda constante de su gloria, porque donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad (2 Corintios 3:17). Dios honra dos actitudes que abren el cielo: la desesperación de quien clama por cambio y el hambre espiritual de quien anhela una vida diferente.

Jesús no solo predicó, sino que demostró el Reino con poder. Su victoria fue total: venció la carne, la tentación y la cruz; descendió al infierno, y cuando parecía que todo estaba perdido, resucitó con poder, avergonzando a Satanás públicamente.

Hoy esa victoria es nuestra herencia. Caminamos como hijos del Reino, llenos de poder, autoridad y del Espíritu Santo. En el nombre de Jesús, toda cadena se romperá, toda opresión caerá y toda puerta del enemigo será cerrada.

Ya no somos esclavos, sino libres en Cristo. Vivimos bajo su luz, su verdad y su autoridad eterna. ✨🔥