A través del ejemplo de la higuera comprendimos que no basta con tener apariencia de espiritualidad si no hay fruto verdadero. La presencia de hojas no garantiza el cumplimiento del propósito, y cuando no se da fruto, se corre el riesgo de secarse desde la raíz.
Desde el principio, Dios nos bendijo con este mandato:
“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…” (Génesis 1:28, RVR1960)
Nuestro corazón, como tierra fértil o estéril, determina la calidad del fruto. Por eso, el llamado fue claro: debemos examinar lo que hay en nuestro interior, cortar lo que no agrada a Dios y permitir que Él limpie y pode nuestra vida, para que llevemos más fruto.
“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.” (Juan 15:2, RVR1960)
El fruto que damos no es solo para nosotros, sino para cobijar, alimentar y bendecir a otros. Debemos vivir una fe auténtica, sin excusas, multiplicando los talentos que Dios nos ha confiado. A veces ponemos trabas, olvidando que si Él nos llamó, es porque vio algo en nosotros. Y aunque no nos sintamos capaces, su Palabra nos recuerda:
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:13, RVR1960)
El fruto no es opcional, es evidencia de madurez, transformación y obediencia. El verdadero discípulo da fruto en todo tiempo, porque permanece en la vid:
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:4–5, RVR1960)
Hoy renovamos nuestro compromiso: ser fértiles, fructíferos y caminar como árboles plantados junto a corrientes de agua, que dan su fruto a su tiempo y cuyas hojas no caen.
(Salmos 1:3, RVR1960)
“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.”
Porque fuimos creados para fructificar, no solo para florecer.
